En México, y muchos otros países de América Latina, hay muchas cosas que celebrar durante las fiestas de fin de año. Existe la celebración a la Virgen de Guadalupe, las Posadas, la Navidad, el Año Nuevo y a principios de enero celebramos mi fiesta favorita: Día de Reyes donde los niños reciben regalos y cortamos la Rosca de Reyes para ver quién debe cocinar tamales para todos los demás en febrero. Todas estas celebraciones están llenas de alegría y las pasamos con nuestros seres queridos. Para todos los niños estos son días muy esperados porque pueden ver a toda su familia, comer deliciosos dulces y recibir regalos.

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Los adolescentes encarcelados viven estas fiestas sin ninguna celebración; sin la comida casera de mamá, sin los abrazos de papá, sin risas compartidas con hermanos y primos. Los adolescentes encarcelados ven solamente altos muros de cemento, si bien les va tienen pocos adornos para decorar y reciben pocas visitas de sus seres queridos. Es un momento particularmente difícil para los más jóvenes, y no se hace más fácil con cada año que pasa.

Durante finales de 2020, en medio de la pandemia por COVID-19, los permisos para que padres, maestros y voluntarios visitasen los centros de detención aún eran escasos. Había sido un año particularmente devastador para todos y sabíamos que los adolescentes en detención estaban sufriendo por estar aislados del resto del mundo. Sabíamos que la pandemia estaba afectando su salud mental y emocional, así que nos unimos para planear algo especial para ellos durante las fiestas.

Así nació el concurso “Maratón Navideño” de JJI. Todos los centros de detención de los estados mexicanos donde trabajamos fueron invitados a participar en un concurso navideño de 4 semanas donde los adolescente pudieron crear diferentes cosas para mostrar sus talentos artísticos, divertirse juntos y mantener sus mentes ocupadas. Fue un proyecto muy exitoso en su primera entrega, con la participación de cientos de adolescentes, quienes pidieron que se repitiera en 2021 y luego en 2022.

Pastorelas, coreografías, árboles de navidad, villancicos, pinturas, poemas y manualidades fueron algunos de los concursos que realizamos para ellos durante los últimos tres años. Proporcionamos cajas llenas de materiales y explicamos que tenían una semana para crear algo que sería presentado en videollamadas donde todos los adolescentes de los centros de detención se conectarían. También se invitó a los padres a ver a sus hijos a través de estas videollamadas y ver el arte que sus hijos habían creado. El equipo ganador de cada concurso recibió un obsequio que todos los adolescentes de ese centro de detención pudieran disfrutar. Televisores, videojuegos, noches de cine, artículos deportivos, juegos de mesa, nuevos talleres y Posadas fueron algunos de los premios que se ganaron.

Este año tuve la oportunidad de visitar el centro de detención de niñas adolescentes, ubicado en la Ciudad de México, durante el día en que recibieron los materiales para el tercer concurso. Y, aunque las niñas no habían ganado los dos primeros concursos, fue una buena oportunidad para que aprendieran sobre resiliencia, cooperación, segundas oportunidades y esperanza al unirse para crear algo nuevamente.

Las niñas abrieron la caja y sacaron una hoja de tela de 3×2 metros, revistas, papeles de colores, pegamento y tizas de colores. El reto era crear un mural navideño y comenzaron a pensar en ideas sobre qué elementos navideños exhibir en el mural. A medida que se les ocurrían ideas y revisaban las revistas, comenzaron a pensar en las Navidades pasadas que tuvieron fuera del centro de detención.

Les pregunté en qué estaban pensando y dijeron que pensaban en sus familias y en las cosas que se estaban

perdiendo. Pensaban en los regalos, las cenas, los fuegos artificiales y en cómo esas cosas ahora parecen muy lejanas. También me dijeron que están agradecidas por estas actividades porque les gusta hacer manualidades ya que las hace sentir útiles, les ayuda a aprender que pueden trabajar en equipo y están felices de trabajar juntas para lograr una meta, pero principalmente las mantiene ocupadas durante un tiempo que puede ser triste cuando no reciben visitas y no pueden celebrar de manera normal. Me dicen que se sienten orgullosas de compartir las cosas que crean con sus compañeras, que esperan que continuemos con este proyecto en el futuro y que esperan poder ganar otro concurso.

Cuando les pregunté qué deseaban recibir para Navidad dijeron “Libertad”, “Ver a mi familia porque tengo la sensación de que siguen con su vida sin mí y pronto me olvidarán”, “Ganar otra noche de cine, como hicimos el año pasado en el concurso” y por último “un par de tenis Air Jordan”. Me conmueven sus respuestas y al mismo tiempo me fascina cómo, a pesar de sus difíciles experiencias, logran mantener el ánimo, reír y pedir regalos como cualquier otro niño haría.